208 semanas

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Ustedes perdonarán, eso sí, mis dislates y mis inanes letras, lo hago de corazón y solo por el gusto de compartir con ustedes mis experiencias.

Gracias a todos los que en “Cuarto de Guerra” han arropado esta columna, e infinitas gracias a usted amable lector.

Y empecemos a caminar hacia el quinto año, en que primero Dios debemos encontrarnos.

Si a alguien conozco perfectamente del gremio artístico ese hombre es Alejandro Fernández. Sucede que en mi profesión produciendo videos para la industria discográfica, fui contratado “casi” en exclusiva para la CBS, hoy Sony - BMG. Los grandes directores de Marketing, así como gente allegada a los artistas, (label managers) hicimos una gran y grata amistad; de este vínculo surgió la misión de trabajar en todo lo relacionado a video y presentaciones, mensajes y cuanta ocurrencia generara la gran figura del ya señorón Vicente Fernández.

No había semana del mes que no tuviéramos que “trabajar” allá en el Rancho de Los Tres Potrillos.

Ahí conocí a los hijos de don Vicente: Vicente Jr, Gerardo, Alejandro y Alejandra. Eran unos jovencitos todos ellos, Alejandro contaba con 13 años de edad.

Posteriormente, cuando se anunció su entrada formal al mundo de la música, me encomendaron la realización y producción del evento de su lanzamiento allá en Guadalajara, concretamente en un salón del hotel Fiesta Americana, ubicado frente a la emblemática Minerva. Recuerdo como si fuera ayer que su señor padre no asistió al evento pues se dijo muy nervioso; si acudió a ver a su crío doña Cuquita su hermosa madre.

Y así, desde ese momento, también me convertí en el responsable del seguimiento, entrevistas y presentaciones en video.

Es un gran hijo, excelente padre, pero sobre todo un amigo a carta cabal. Él y mi hijo mayor nacieron en el año del 71. Los dos surgieron al mismo tiempo y guardadas las proporciones en distintas profesiones: Alejandro, cantante; Fernando, Matador de Toros. Ambos, recuerdo, se desearon suerte. Hoy, Alejandro es la gran figura de la música mexicana, Fernando se retiró de la fiesta taurina.

Yo le guardo una gran estima al Potrillo, pues aparte del trabajo departíamos en horas de descanso, ya sea de entrevistas como en presentaciones. Una ocasión allá en su casa de Punta Mita, en Nayarit, me quiso jugar una broma con una bebida muy fuerte llamada “Raicilla”, me la hizo beber de golpe y ay Diosito santo que buena mareada me puse.

Hoy la vida nos trae por distintos caminos, pero a él, a su padre, a su madre y a sus hermanos le guardo un gran cariño y respeto.

Y a don Vicente, hoy ya retirado, mi admiración total.


Los espero la próxima entrega.