Fobos y la ginecocracia…
Hasta la fecha se sigue debatiendo si en algún
momento de la historia existió el matriarcado como una forma de organización
social, donde la mujer ejercía su poder para dar armonía a la sociedad de esa
época. Algunas corrientes antropológicas e históricas nos dicen que sí, otras
dicen no encontrar vestigios que corroboren esa hipótesis.
Lo que, si podemos afirmar, es que, si el
matriarcado en algún momento tuvo vigencia, fue un sistema que asumió como
principio crear sociedades más igualitarias. Aquí surge lo que se conoce como ginecocracia simiente, de lo que hoy
conocemos como democracia genérica; que es una forma de gobierno donde las
mujeres ejercen el poder en términos igualitarios.
La lucha por la igualdad de género es histórica,
incluso se ha tratado de borrar algún rastro que hable sobre la primacía de la
mujer en la dirección de la organización social.
Lo que hay es conmoción, indignación y hartazgo
de que cada ocho de marzo tengan que salir a las calles a reclamar sus derechos
y a ser reconocidas como personas en iguales condiciones que un varón, en pleno
siglo XXI, suena irrisorio, incluso mítico.
A la mujer se le desprecia, se denigra, se
discrimina en el hogar, en la calle, en la oficina, en la escuela, no hay
espacio público o privado donde varias de ellas escapen a este mal endémico.
Cómo explicar que a diario diez niñas o mujeres
sean privadas de la vida de la forma más cruel y despiadada. Encontrar sus
cuerpos mutilados, desmembrados o ultrajados con los signos de un salvajismo
propios de la barbarie.
Los feminicidios parecen no cesar y peor aún no
hay una cifra oficial confiable, ya que en 2020 se habla de un aproximado de
940 a 969 de delitos cometidos en este rubro. Los homicidios dolosos contra la
mujer son igual de escalofriantes.
Si a esto se le suma el acoso sexual o laboral,
la violación, la violencia intrafamiliar, las lesiones y una larga lista de
delitos de las que son víctimas, el tema es preocupante. Incluso, la
representante de la ONU en México, sostuvo el año pasado, en el marco del Día
Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en el contexto
de la pandemia: Es mucho más que una
crisis sanitaria, es una crisis humana que puede revertir décadas de progreso
en derechos de las mujeres e igualdad de género.
Si estos datos nos parecen funestos. Qué pasará
por la mente de los colectivos de feministas o defensores de derechos humanos,
de los millones de mujeres de este país, de las víctimas o de sus familiares, o
de quienes creemos que se puede lograr una sociedad más igualitaria. Que este
ocho de marzo que se conmemora el Día Internacional de la Mujer, el gobierno
que en teoría enarbola las causas más justas y nobles les ha impuesto un “Muro
de la Paz”, dirán que es una valla, que para el caso es lo mismo, un muro que
se asemeja al de Berlín, símbolo de la guerra fría y de que las ideologías no
se podían mezclar, o de aquel que teníamos que pagar los mexicanos en la
frontera con EEUU, sólo porque un presidente locuaz y testarudo lo quería
imponer, producto de su xenofobia y su aporobofia (odio a los extranjeros y a
los pobres).
Dicen: que no es miedo y es más bien una medida
de protección a los edificios que son patrimonio histórico y cultural de los
mexicanos. Este es el discurso romántico y superficial. Vamos, es el muro para
contener que esas mujeres revoltosas no pinten y realicen destrozos o haya
infiltrados.
Estas mujeres no pueden ser recibidas en una
mesa de diálogo para escuchar sus demandas, a final no son hijas del Chapo para
darles un privilegio o son señaladas como presuntas delincuentes como Florian
Tudor “alias el Tiburón” presunto líder de la mafia rumana, para girar una
instrucción presidencial para que se les garantice su derecho de audiencia.
No, ellas son mujeres, no son chapitas o tiburonas. Sus demandas no tienen el mismo peso que la de un pez
gordo. Parece ser la lógica. Pero no es miedo, es precaución y, efectivamente
en la mitología griega Fobos era el
Dios del miedo y personifica todo tipo de fobias que puedan existir. Este
personaje salía en los momentos cruciales de un conflicto para crear confusión
y terror entre los combatientes, para que huyeran. Era la forma más fácil de
desarticular un conflicto.
A final la cosa sigue igual, las mujeres y sus
demandas que sigan esperando, a costa de su dignidad vulnerada… incluso de su
propia vida.
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