Una piedra

Una piedra

Una piedra en el zapato, es la expresión que solemos utilizar los mexicanos para referirnos cuando algo nos incomoda en la vida, un lastre que cargas y no puedes quitar de encima, y que, por tanto, tus objetivos en la vida se ven frustrados.

Lo anterior viene a colación, ante un hecho ya consumado por parte del Senado de la República, que, ante la incredulidad, enojo y frustración de la sociedad mexicana, volvió a reelegir a Rosario Piedra Ibarra al frente de la CNDH.

Parece metáfora, pero pobre CNDH, ni como ayudarle para quitarse la piedra que le han impuesto y que la ha hecho quedar mal parada, ante el aumento constante de violaciones graves a los derechos humanos. Hoy esa institución es un elefante blanco, que solo esta de ornato en el abultado presupuesto que cada año se le asigna, pero cuyos resultados son nulos.

En verdad un organismo noble como la CNDH, vaya que ha tenido una suerte con cada titular que a estado al frente de esta institución, algunos con más desaciertos otros con un poco de lucidez, cada quien hace su balance sobre cada gestión. Pero hoy es increíble, que la única virtud de esta defensora es ser sumisa y leal al poder en turno, y llevar el apellido de quien ayer se distinguió por su compromiso ético para defenderse y defender a los de abajo sin mayor ganancia que su deber moral, así fue su señora madre Doña Rosario Ibarra de Piedra, quien hoy descansa con el deber cumplido. 

Mientras miles de mujeres, son victimas de feminicidio, por que es el maldito sistema que no funciona y no puede detener este lastre social. Sigue el índice de inseguridad creciendo, con victimas que cada vez poco importa, ante la normalización de la violencia. Niñas y mujeres desaparecidas algunas con fines de explotación sexual otras solo el creador sabe su destino, dejando hogares en la desgracia al no saber el paradero de su hija.

Los desaparecidos, torturados, asesinados, mujeres violadas y vejadas en su dignidad, parece no importar, ante decisiones como esta. Estamos como la canción, “a donde vamos a parar”.

Mientras los carteles libran su guerra sin cuartel, las células delictivas se meten con la población civil, sin importar los hogares que dejan en la orfandad. Parece que hoy no importa si estas metido en la maña o no, la inseguridad es tal que un día puedes ser victima colateral de este tipo de decisiones que haya arriban se toman.

En verdad, ser defensora o defensor de derechos, no es un asunto menor, para ello se requiere sensibilidad, talante, conocimiento y avidez para actuar ante las circunstancias que la vida diaria va imponiendo. Es oponerse al poder político, pero también a los poderes facticos que por acción u omisión violan el valor más preciado que tenemos: la dignidad humana. Aunque la recompensa sea la orfandad pública y política.

Es una magistratura moral, que debe utilizar el poder social para señalar las vejaciones y atrocidades que el poder comete contra la persona de a pie, sin distingos, es un espacio donde no hay “chairos ni fifis”, todos somo iguales por el hecho de ser personas, con el mismo ímpetu hay que defender a la niña, niño y adolescente, que, al indígena, a los de la comunidad LGBTQ+, a la mujer, a las personas de la tercera edad, o aquellos que por su posición social son vejados en sus derechos.

En fin, la suerte esta echada para la CNDH, muchos burócratas que no defensores de derechos humanos, seguirán ahí sangrando el presupuesto público y complacientes ante las atrocidades. Mientras los organismos autónomos como el INAI, el Coneval, la Cofece, el IFT, la MEJOREDU, la CRE y la CNH, su destino es la extinción porque no funcionan y solo abultan el presupuesto a decir del discurso oficial, no todos son medidos con el mismo rasero, pero esa es otra historia, ya que estamos ante una situación que en materia constitucional todo puede suceder en México.