Liderazgo emocional
La reforma laboral de 2019, ha puesto en jaque a varios liderazgos sindicales tradicionales. El líder déspota, autoritario y complaciente con el patrón a cambio de canonjías será poco a poco desplazado sino busca nuevas alternativas de cambio. Términos como líder charro y contratos de protección están al borde de la extinción.
Una reforma que, si bien tiene que ser mejorada en la práctica pues en muchos aspectos presenta lagunas y contradicciones, pero por el momento ha otorgado un enorme empoderamiento a la clase trabajadora, lo cual la hace loable.
La base trabajadora, decidirá mediante el voto personal, libre, directo y secreto, cada dos años, si están de acuerdo con el contenido de su contrato colectivo que sus representantes y directiva sindical reviso con el empleador. Lo mismo sucederá para elegir a sus líderes. La rendición de cuentas por concepto de cuota sindical es otro mecanismo, pues ahora las mesas directivas, tendrán que rendir un informe detallado por lo menos cada seis meses.
Ante este cambio de paradigma, muchos sindicalistas se encuentran ante el dilema de renovarse o buscar su retiro. Pues la comodidad con la que fueron creados, ante un sistema complaciente y una clase empresarial que encontró en varios de ellos la mejor forma de explotación hacia la clase trabajadora en la era actual, está feneciendo.
En mis recorridos en varias partes de la república, me preguntan qué hacer ante este dilema, del líder tradicional antes descrito. Considero que, ahora se debe estar ante la presencia de un liderazgo más empático, eso que se ha denominado en el moderno derecho del trabajo; liderazgo emocional.
Un líder que genere empatía con sus afiliados. Que tenga la capacidad de gestionar y orientar cada una de las emociones que le planteen para conseguir cada día mejores condiciones de vida de los trabajadores y de su familia.
Que sepa marcar agenda con sus afiliados y frente a la empresa, que inspire confianza en su actuación. Que sea congruente entre lo que dice, piensa y realiza. Que tenga la capacidad de alinear a sus representados mediante la persuasión y el convencimiento de objetivos comunes.
Si bien este estilo en el manejo de equipos ha sido empleado en el mundo empresarial, es momento de aplicarlo en el ámbito sindical, con sus debidos matices, sin perder de vista que los sindicatos han sido instituciones resilentes, y que una de sus mejores armas es la presión a través de la huelga, la cual deberá ser utilizada con mejores estrategias de convencimiento en la negociación colectiva.
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