Liderazgos
Corría agosto de 1992. Ingrese al Centro Sindical de Estudios Superiores de la CTM, a estudiar leyes. Una Universidad Obrera, asentada en la ciudad de la eterna primavera; Cuernavaca. Y donde los hijos del proletariado, de los campesinos y de la clase media y baja de este país, veían una oportunidad para salir de la desigualdad social y formarse como defensores de las causas obreras.
Una Universidad fundada por el extinto y poderoso líder obrero; Don Fidel Velázquez Sánchez. Un hombre avezado y visionario para sus tiempos. Respetado e incluso idolatrado por unos, por otros denostado y vilipendiado, como suele suceder con los personajes con liderazgo. De origen humilde, y de oficio lechero, llego a crear la central obrera más poderosa de Latinoamérica y entre las más respetadas a nivel mundial, en sus tiempos.
Un lunes de septiembre de ese año, los alumnos de recién ingreso, a primera hora fuimos trasladados al entonces DF. Hicimos una larga fila, ahí junto al Monumento a la Revolución, en Vallarta número 8, están las oficinas de la otrora poderosa Central.
Hombres y mujeres de todas las estirpes; desde humildes estudiantes como yo, entre obreros y la clase baja del pueblo hacíamos fila; más adelante con finos casimires, aspirantes a políticos y otros ya perfumados por el poder, así como empresarios, formábamos esa larga línea para el tradicional “besamanos”.
El “besamanos”, no era más que la presentación y la salutación rápida para conocer a nuestro líder moral. Mi interés como la de mis compañeros solo era estrechar la mano del longevo pero poderoso dirigente. Otros era llevar su veladora para ver si les hacia el “milagrito” o les daba la bendición para algún puesto, o simplemente pedirle el favor para interceder con las elites políticas y económicas del momento. ¿Vaya usted a saber el interés personal de cada quién?
Recuerdo estos pasajes. Y veo, que los años pasan, pero las formas tradicionales de ejercer el poder, siguen siendo las mismas. Los grandes lideres, basan su empatía con las masas, con los de abajo. En un país con muchas desigualdades sociales y pobreza, quien sabe leer sus necesidades y apropiarse de sus agravios, tiene un fuerte potencial que muchos políticos de escritorio y de café no entienden.
AMLO, el hombre que a puesto en jaque a la elite política de este país. Es un personaje, sugerente de análisis. Su discurso y su lenguaje corporal, son pilares de su éxito político.
Surgido de abajo, muchos lo pueden criticar como autócrata y populista, pero esos que lo critican, nunca entendieron que cada piedra que le ponían en su camino, lo enfilaban directo a lo que hoy es. Desde su éxodo por la democracia hasta su proceso de desafuero, lo dinamitaron directamente a la liga premier de la política mexicana.
Un personaje que para muchos ya “chochea”. Y vaya, recuerdo como en un Congreso Nacional de la CTM, Fidel Velázquez, dormitando en la mesa principal, le habla su asistente al oído, y en ese momento sale y regresa para arengar que había recibido una llamada de su partido para destapar al malogrado Luis Donaldo Colosio, como candidato a la presidencia.
Vaya similitud entre el que “chochea” y el que dormita. Pero que, a la hora de imponer el poder, simplemente no se les puede discutir. Cada uno en sus tiempos, pero con fuertes coincidencias.
Su tono pausado para hablar, su lenguaje natural, con su tono típico de la comunidad de donde proviene, Macuspana. Lo hace sentir parte del pueblo. De ese pueblo agraviado y ávido de justicia. Frente a los que ha denominado “fi fis” y que han saqueado a este país.
Sus dichos; “lo que diga mi dedito”, “tengo otros datos”, “la venganza no es mi fuerte”, “por el bien de todos primero los pobres", “el pueblo pone y el pueblo quita”, “no puede haber gobierno rico con pueblo pobre”, y así una lista de frases que le han servido para ganarse a los suyos y defenderse de los de arriba. Un hábil comunicador de masas, y un perfecto kamikaze con las elites.
En sus giras, como opositor y ahora como oficialista, siempre se deja querer y abrazar por los abuelitos, las amas de casa, los niños y niñas. Un hombre que, a ras de piso, se para y escucha al pueblo. Con las elites es intransigente y sarcástico. Genial para trasmitir lo que desea y lograr sus objetivos. A muchos no les puede gustar su forma de ejercer el poder, pero el pueblo lo idolatra, y ahí están a la vista los resultados electorales. La moraleja es que nunca es bueno irse con las apariencias, pues entre chochear y dormitar, quien basa su poder con los de abajo, siempre estará allá arriba, pese a quien le pese.
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