Dejemos la politiquería
Estimados lectores, la semana que concluyó la podemos resumir para el caso mexicano, en la siguiente frase: “Nos llueve sobre mojado”. Pandemia en su más alto índice de decesos y contagios; un temblor de 7.5 grados, y un atentado en la capital del país en contra del Jefe de la Policía.
En tanto, una pareja que hoy tuvo la oportunidad de llegar a la élite del poder político para desde ahí luchar en contra de la corrupción y fomentar la rendición de cuentas y la transparencia, ahora hacen todo lo contrario: Irma Eréndira Sandoval y John Ackerman, dos académicos expertos en estos temas, mostraron su enojo porque una investigación periodística dio parte del patrimonio que han amasado; si lo único que tenían que hacer era aclarar su procedencia y no fomentar más el odio entre el poder público y los medios de comunicación.
Para colmo, el operativo que llevó a la detención de la familia de José Antonio Yépez Ortiz alias “El Marro”, líder del grupo criminal que controla el huachicoleo en el país, hoy, todos gozan de su libertad y de paso nos muestra la fragilidad de nuestro sistema de impartición de justicia.
Y, si a esto le agregamos una sociedad divida y polarizada por la politiquería y de no hacerle caso, tal como lo pide el Presidente López Obrador, porque es mejor estar más concentrado en la cuarta transformación del país y en verdad que bueno.
Porque la politiquería es la degradación de la política como tal, ésta última es un arte que requiere sapiencia, diálogo y apertura para hacer una sociedad más incluyente y democrática. En tanto, la politiquería es grilla barata, vileza desmedida, que usa el rumor para generar rencor y odio en una sociedad fracturada por la falta de credibilidad de sus autoridades. Como la noticia del Bloque Opositor Amplio (BOA), del que ahora está quedando en el olvido, por no estar sustentando en pruebas y solo ser usado como un distractor, ante los grandes males que aquejan al país.
Por desgracia, la politiquería abunda en nuestro país y se apresta para inundar nuestro Estado en las próximas elecciones del 2021, y todavía los vemos como los políticos que más posibilidades tienen para llegar a determinado cargo electoral, y a quienes creo que es tiempo de llamarlos por su nombre y no son más que simples politiqueros, que llegan al poder y no saben qué hacer, más que sangrar las arcas públicas y crear nuevos ricos, nuevas élites, mientras el pueblo sigue durmiendo el sueño de los justos. En verdad: ¿No es lo mismo ser borracho que cantinero?
Y en una de esas charlas “tertulianas”, un grupo de amigos me cuestionaba; ¿por qué a mi paso por la Comisión Estatal de Derechos Humanos, defendí y fomenté temas como el matrimonio igualitario, el cambio de identidad de género, la libertad en los derechos sexuales y reproductivos de la mujer y otros temas álgidos?
Esto viene a colación porque este 28 de junio fue el día del orgullo de la comunidad LGBTTTI, un sector discriminado y silenciado por la misma sociedad que basa sus estereotipos en situaciones moralinas que en nada abonan a vivir en un marco de libertades y democracia genérica.
Y porque la historia nos ha vendido ideas erróneas sobre el significado de la mujer y de la sexualidad en estas etapas. Estas ideas erróneas han permitido crear un sistema de dominación en contra de estos sectores: la mujer y la comunidad LGBTTTI.
Hablar de matriarcado y patriarcado, es sinónimo de dominación ya sea de la mujer hacia el hombre o en su caso del hombre hacia la mujer respectivamente. Lo que nunca nos han explicado, que antes de existir estos sistemas de dominación, existió un modelo de vida en la prehistoria basado en el “matrismo”, donde la mujer era el punto medular no de dominación, sino de la fecundidad y por tanto portadora del matrilineaje.
Es decir, había condiciones de igualdad entre mujeres y hombres, era un tipo de comunismo primitivo, sustentando en el respeto a la mujer, pues la misma fecundidad la hacía un ser de admiración y adoración por parte de sus pares. La pregunta es cuando se perdió esto, cuando decidieron encasillar a la mujer en un sistema de dominación, llamado matrimonio. Arropado por la iglesia medieval y por la institución jurídica que nace en el derecho romano; donde plasmaron denigrantemente, que el matrimonio es el vínculo entre un hombre y una mujer con la finalidad de perpetuar la especie humana.
Ahí todo se fregó, a la mujer la convierten en una fábrica para tener hijos y cuidarlos y, por otro lado, sólo reconocen la heterosexualidad como la única forma de sexualidad que puede existir. Olvidándose de los otros, es decir, de aquellos que pueden tener otra orientación sexual.
No debemos olvidar que la diversidad sexual somos todxs, y que el matrimonio nuclear; padre, madre e hijos son aspectos que poco a poco se van desterrando de nuestras ideas moralinas que nos han vendido. Que cada quien viva su sexualidad como le plazca y estructure su familia como más cómodo se sienta. Las ideas moralinas, también es politiquería para crear un sistema de dominación y escudo de poder. Aplicando con ello la contradicción de que todos luchan y anhelan un sistema de libertad, pero cuando alguien ejerce tal libertad, la sociedad se asusta.
Ex ombudsman tlaxcalteca y Presidente de la Academia Nacional del Derecho al Trabajo de la Asociación Nacional de Ex ombudsman, A. C.
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