Todo el poder

Todo el poder

Tlaxcala parece haber caído en un juego interminable de dominio político por parte de grupos con intereses particulares. Uno de ellos, el liderado por el secretario de Gobierno, Luis Ramírez; un morelense que ha consolidado su influencia en el estado, con un esquema de control que disfraza de progreso mientras concentra el poder y los recursos en unas cuantas manos.

Lo anterior, queda demostrado con la aprobación de la Ley de Ingresos y el Código Financiero, instrumentos que han sido utilizados para fortalecer el dominio económico de este grupo morelense. Mientras que en teoría buscan regular la gestión financiera del estado, en la práctica son herramientas que benefician a quienes manejan los sectores estratégicos, como el negocio de los residuos sólidos.

La modificación prevista para 2025 en los cobros para la disposición final de basura se presenta como una mejora, pero en realidad ahoga financieramente a los municipios de Tlaxcala, quienes ya golpeados por la falta de recursos, ahora enfrentan nuevos costos que limitarán su capacidad de atender servicios realmente importantes en sus comunas.

Pues al pasar de un esquema de cobro por tonelada a uno por metro cúbico no solo incrementa el gasto, sino que centraliza aún más el control en manos del gobierno estatal y de aquellos vinculados al negocio. Mientras los ediles intentan gestionar soluciones, la autonomía municipal se ve amenazada por el grupo en el poder.

Alcaldes que deberían ser libres de tomar decisiones para sus comunidades han sido forzados a aceptar condiciones desfavorables bajo presión o amenazas. Este tipo de prácticas, que parecían haber quedado atrás, resurge con fuerza, dejando en evidencia el fracaso en el combate al viejo régimen que la 4T prometió eliminar.

Al tiempo, otro grupo político cobra relevancia: la familia Sánchez Anaya. Con la sucesión de 2027 en mente, su estrategia se enfoca en concentrar el poder político en el estado. Sin embargo, lo que podría ser una oportunidad para pluralizar a Tlaxcala, corre el riesgo de convertirse en un simple pase de estafeta, perpetuando un sistema basado en intereses particulares y alianzas opacas.

Vivimos en tiempos donde las instituciones democráticas se desmoronan frente a las ambiciones de los grupos en el poder, no solo a nivel nacional, ya también consumadas a nivel local. ¿Dónde quedaron las promesas de un gobierno más justo y eficiente? En el olvido. Tlaxcala necesita un cambio real, no el reciclaje de las mismas mañana y viejas estructuras con un nuevo color.