Paz no es silencio: Combatir la violencia de género desde la raíz comunitaria
En México, durante
décadas se confundió paz con silencio. Se enseñó a las mujeres a callar, a soportar,
a resistir en soledad. Pero la verdadera paz no es la ausencia de ruido, sino
la presencia activa de justicia. Y no habrá paz en Tlaxcala mientras una sola
mujer viva con miedo, con amenazas o con dolor.
La violencia de género no
es un tema privado. Es un problema estructural, comunitario y político. Por
eso, combatirla exige acciones colectivas y profundas. No basta con castigos:
necesitamos prevención, acompañamiento, educación y un cambio cultural que
erradique el machismo normalizado en nuestras calles, hogares y escuelas.
Desde la Cuarta
Transformación, se han dado pasos importantes. La creación de refugios, los
programas de apoyo a mujeres víctimas, las campañas contra el machismo, son
avances reales. Hoy, bajo el liderazgo firme y humanista de la Dra. Claudia
Sheinbaum, se consolida una política de Estado que pone al centro la dignidad y
los derechos de las mujeres. Pero no podemos detenernos.
Tlaxcala debe ser pionera
en esta causa. Capacitar a policías con enfoque de género, garantizar el acceso
rápido a medidas de protección y acompañar a las sobrevivientes desde las
comunidades, son tareas urgentes. Y a la par, debemos fomentar redes de
solidaridad entre mujeres, impulsar su autonomía económica y abrir más espacios
de participación política para que las mujeres sean protagonistas, no
espectadoras, de las decisiones públicas.
El combate a la violencia
de género debe empezar desde las escuelas. Desde la niñez, debemos educar en la
igualdad, romper los estereotipos, enseñar que el amor no duele y que el
respeto no se negocia. La paz se construye también desde el aula, cuando un
niño aprende a no imponer, y una niña aprende a decir “no” sin miedo.
Pero también debemos
mirar a nuestras comunidades. En Tlaxcala, muchas mujeres callan porque no
tienen redes de apoyo, porque temen ser juzgadas o abandonadas, porque la
impunidad ha sido la norma. Eso tiene que cambiar. La paz verdadera no llega
sola: se construye con organización comunitaria, con justicia pronta, con
compromiso institucional y con políticas públicas que escuchen y respondan.
Cada mujer que alza la
voz es una constructora de paz. Cada denuncia, cada testimonio, cada lucha
cotidiana es una semilla que rompe el ciclo del silencio. Y es deber del Estado
garantizar que esas voces sean protegidas, respetadas y respaldadas.
Benito Juárez, referente
de nuestra transformación, defendió la igualdad y la justicia como principios
irrenunciables. Hoy, ese legado exige que asumamos la lucha por una vida libre
de violencia como parte esencial de la paz que buscamos. No se puede hablar de
justicia social sin justicia de género. No se puede hablar de paz mientras las
mujeres sigan en peligro dentro y fuera de sus hogares.
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