(Alexis P. González) En el corazón de Tlaxcala, la tradición y el arte se unen de la mano de María de la Paz, una talentosa artesana que, junto a su esposo Beto, transforma materiales simples en coloridas piñatas que simbolizan la alegría de las fiestas decembrinas.

Desde hace siete años, esta pareja ha dedicado su tiempo y esfuerzo a mantener viva una tradición que no solo embellece las celebraciones, sino que también es un sustento para su familia. María, vecina de la calle conocida como "la Cerrada" en Totolac, explica que esta temporada es la más intensa para ellos: "Mi esposo hace más de 500 piñatas durante estas fechas", comparte con orgullo.

Cada una de estas piezas es el resultado de aproximadamente dos horas de trabajo, utilizando materiales como globos, engrudo, periódico, papel de china, rafia y resistol.

Según María, el acabado es una de las etapas más delicadas del proceso, ya que requiere paciencia y destreza para lograr un resultado perfecto.

Sin un puesto fijo, María y su familia recorren las calles de Tlaxcala ofreciendo sus creaciones. Este año, fueron vistos en la Avenida Tlahuicole, en San Miguel Tlamahuco, donde varias personas no pudieron resistirse a comprar sus piñatas. "A veces ajustamos los precios para que más gente se anime a llevar una", comenta la artesana, quien ofrece sus piñatas medianas a 150 pesos y las grandes a 200.

Además de ser un negocio, para María de la Paz, la elaboración de piñatas representa su identidad y cultura. Con cada venta, no solo comparte un producto, sino también una tradición que ilumina las fiestas navideñas y preserva un legado familiar que sigue encantando a grandes y pequeños.

Así, entre colores vibrantes y el aroma del engrudo, María de la Paz continúa siendo un ejemplo de dedicación y amor por las raíces mexicanas, recordándonos que detrás de cada piñata hay una historia de esfuerzo, pasión y alegría.

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