La extinción…

La extinción…

La transparencia ha sido por mucho tiempo la línea discursiva de políticos de derecha o izquierda, no importa su ideología, siempre ha sido utilizada como medio de legitimación para acceder al poder. Una vez que cumplen su cometido se olvidan de esta promesa. Ya en el ejercicio público, tratan por todos los medios evitar el escrutinio público. Y recurren a los vicios de siempre, la opacidad, la corrupción, la componenda, el amiguismo, vamos pues la tranza.

Ante la extinción ya decretada del INAI y de otros seis organismos públicos autónomos, poco a poco el estado es debilitado en sus instituciones. Si bien hay que decirlo, el mea culpa, no sólo es del gobierno en turno, que bajo el discurso de la austeridad republicana y la simplificación administrativa han decidido echar al cesto de la basura estas instituciones que bien o mal servían de freno a las tentaciones autoritarias del poder.

También lo es, y aquí que cada quien asuma su responsabilidad, quienes les ha tocado presidir esas instituciones. Muchos funcionarios cayeron en la frivolidad, y de la noche a la mañana se sintieron los nuevos ricos y parte de esa burocracia dorada que se perdió entre los viajes de regodeo, las comidas y el mundo “fifí” al gozar de un presupuesto que les daba para esos placeres. Comisionados del INAI que pagaron con las tarjetas corporativas oficiales, table dance, comidas y borracheras. 

Si bien en 1977, el ideólogo del viejo partido oficial, Don Jesús Reyes Heroles, asestaba un golpe crucial en el camino para consolidar la incipiente democracia mexicana, desde la Secretaría de Gobernación cabildeo para elevar a rango constitucional el derecho a la información.  Un derecho con muerte tacita, ya que existía en la constitución, pero en la practica era inoperante, no fue sino hasta el año 2000, cuando el entonces ex presidente Vicente Fox, utilizo a la transparencia como discurso para echar al PRI de los Pinos.

Quienes nos tocó vivir la transparencia en pañales, recordamos como fuimos tratados por el poder de esos años. En Tlaxcala, la entonces CAIPTLAX, simiente de lo que hoy es el IAPTLAX, nos toco reunir y operar desde oficinas prestadas, utilizando mi auto como oficina ambulante para recibir las primeras solicitudes y recursos de revisión.

Se marcaba agenda, porque la sociedad, ávida de información veía en estas instituciones la oportunidad de conocer en que se gastaba el patrimonio público. Era la lucha de David contra Goliat. Hoy por desgracia todo lo convirtieron en el cuento de Esopo o más bien en el del “Pastorcito mentiroso”, diciendo que ahí viene el lobo, sabemos que existía pero no se veía y no se sentía, y así ni como ayudarles.