Por los que no llegaron

Por los que no llegaron

¡Al fin llegó el día esperado y me tocaba la primera dosis de la vacuna contra el Covid19! 

De acuerdo a los comunicados enviados por la secretaría de Salud estatal, tenía que estar a las 11 am en el hospital general del Issste, en la zona dorada: https://desdepuebla.com/2021/05/16/vacunacion-para-personas-de-50-a-59-anos-y-mujeres-embarazadas-inicia-en-puebla-capital-este-martes/ 

Estresante y desolador llegar al nosocomio y ver que la cola para pasar le daba la vuelta a la manzana, porque la gran mayoría de la gente no respeta sedes, tampoco horarios y –en pocas palabras- va a vacunarse cuando y donde le da la gana. Así, la gran mayoría de las personas a las que vi formadas seguramente tenía más de 53 años, que era el supuesto límite de los que debíamos ser vacunados entre las 11 am y las 3 pm del martes 18. 

Luego de un año de no contagiarme y al constatar que – al menos en teoría – la crisis sanitaria lleva una clara tendencia a la baja, porque las cifras oficiales confirman menos contagios y fallecidos, la tentación de olvidarme de la inmunización fue grande. Las filas de espera desaniman a cualquiera. 

Pero el Coronavirus no se irá a ningún lado, no desaparecerá, está ahí y todos, incluso vacunados, podemos enfermarnos. Así que me dispuse a esperar un mínimo de 3 horas y me formé al final de la cola, aunque muy pronto llegaron otros para “consolarme” convirtiéndose en los últimos de la fila. 

COMO EN LA ESCUELA: ¡ME FALTA UN PAPEL! 

Muy seguro de que iba listo para que me inmunizaran, veo de pronto que la gente adelante y atrás de mí llevaba un papel que me faltaba: El expediente de vacunación. Chequé la convocatoria de la secretaría de Salud, constaté que era obligatorio elaborarlo e, irónicamente, agradecí a Dios el hecho de que la fila de espera fuera tan larga, puesto que, quizás, tendría el tiempo de que algún amigo me elaborara ese documento. 

Fue como en la escuela: Te sientes bien preparado para enfrentar un examen importante y, de pronto, te enteras que tus compañeros de al lado llevan un papel o alguna herramienta que a ti te falta. La importancia, el coraje y la frustración te invaden, pero - como en el colegio- cuando la prueba es en las últimas horas de clases, tal vez tengas tiempo para corregir tu pen…omisión. 

-¿Miguel, por fa tráeme mi expediente de vacunación. Te mando los datos y me lo traes al hospital del Issste rápido, puesto que ya estamos formados y la fila avanza rápido?. 

Seguramente y con razón, mi amigo Miguel se acordó de mi 10 de mayo, pero accedió sin reclamarme nada. Y me salvó. 

LOS GANDALLAS Y MALHUMORADOS DE SIEMPRE 

Son las 11 y 20 y sigo en los últimos lugares de la cola, que cada minuto se hace más grande, aunque –a decir verdad- avanza muy rápido, lo que me genera una doble sensación: En primera instancia me encanta no tener que estar demasiado tiempo al sol, pero también sé que mi omisión de llevar mis papeles completos puede hacer que la fila llegue a la zona de vacunación antes de que yo tenga mi expediente de inmunización. 

Vi y platiqué brevemente con dos ex compañeros de la preparatoria con los que llevaba tiempo de no encontrarme. Curioso: El primero iba delante de mí y el segundo llegó después que yo, pero ni Alberto me invitó a entrar en la fila ni yo pude tener esa atención con David, porque era más que obvio que la gente iba a protestar y con razón. 

Delante de mí, un gandul se encontró con un conocido suyo y amagó con meterse a la cola, pero alguien que venía atrás de ellos le preguntó si pretendía ahorrarse la fila y su conato de prepotencia fracasó, porque el sujeto señalado y su mujer tuvieron que desistir de la intentona y despedirse del amigo. 

Cerca de las 11:50 Miguel me pide los últimos datos para llenar el expediente y mi estrés sube de nivel, pues la hilera de pacientes avanza rápidamente y me falta menos de la mitad para llegar a la “tierra prometida”. Hubo varias oportunidades de sentarnos alrededor de un pequeño centro comercial u otros negocios, pero no valía la pena, puesto que la fila no da tiempo ni para comprar un jugo. 

A las 12 y 20 le marco por teléfono a Miguel para preguntarle si ya venía con el documento. Me contestó que estaba en camino y, por fin, comencé a relajarme. Un empleado de la secretaría de Movilidad del ayuntamiento de Puebla revisa los papeles de algunos para ver si están completos, mientras un hombre con chaleco guinda del gobierno federal aclara que solamente se necesitan 3 papeles para ser inmunizado: Curp, comprobante domiciliario…y el infeliz expediente de vacunación. 

DOCUMENTOS QUE NO SE UTILIZAN Y ¡A ESPERAR MÁS VACUNAS! 

Por fin, a las 12:35 recibo la llamada esperada: Miguel me pregunta dónde estoy para entregarme el papel faltante, le explico que ya vamos en la misma calle del Issste, la 14 sur. Pocos minutos más tarde llega a donde estoy, me da el documento y presume que él sí sabía que debía hacerlo y, por lo tanto, escribió el suyo con la computadora, mientras que mi kit Covid19 fue llenado a mano. 

Pero no importa. Cerca de las 12: 45 llegamos a la zona 0, mis papeles son avalados sin problema y hasta bromeo con el personal de Salud que los revisa y me dice dónde formarme para la vacuna, pero alguien nos saca a dos o 3 personas de la hilera para informarnos que tendríamos que esperar un poco hasta que trajeran más dosis. 

Las dos chicas que debían inyectarnos aclararon que en un momento llegarían más vacunas y así fue. En lo que esperábamos, nos preguntaron si habíamos presentando síntomas de Covid, alguna reacción negativa a una inmunización previa o si se nos aplicó una inyección en los últimos tres meses. 

Por fin, a las 12: 52 una jovencita me puso la inmunización largamente esperada, que- por cierto- no duele y apenas se siente. Después nos hicieron pasar a la sección de espera, para constatar que no haya reacciones negativas instantáneas y, alrededor de la 1 y 10 del mediodía, nos permitieron salir, no sin antes ofrecernos agua y devolvernos la mitad del expediente de vacunación. 

En lo personal, no tengo quejas ni críticas, sino una tranquilidad que hace tiempo no sentía, el convencimiento de que todo valió la pena y de que -desde luego- hay que vacunarse.