Ese Adán Augusto… y Morena, sin vergüenza

Ese Adán Augusto… y Morena, sin vergüenza


En política, como en la vida, hay momentos en los que la dignidad debe imponerse al cálculo. Pero para Morena —y particularmente para Adán Augusto López— la dignidad parece un concepto negociable.

 

Este fin de semana, el exgobernador de Tabasco, actual coordinador del grupo parlamentario de Morena en el Senado, reapareció en el Consejo Nacional de su partido con una frase que quedará para el anecdotario del cinismo político: “Aquí estoy”. Como si estar físicamente en un evento fuera suficiente para enfrentar los señalamientos de presuntos vínculos entre su exsecretario de Seguridad, Hernán Bermúdez, y el grupo criminal “La Barredora”.

 

La reacción de la dirigencia morenista fue el mejor retrato del vacío ético: nadie dijo nada. Nadie lo defendió, pero tampoco nadie lo cuestionó. Se limitaron al silencio, ese que en política suele gritar más fuerte que mil discursos.

 

En cambio, un puñado de militantes, seguramente alineados al viejo ritual de la porra institucional, gritaban “¡No estás solo!” mientras los líderes lo dejaban precisamente eso: solo. No hubo una palabra de respaldo del presidente del partido, ni de la secretaria general, ni siquiera del gobernador de su propio estado. Los abrazos fueron fríos. Los saludos, protocolarios. La incomodidad, evidente.

 

Y ante la pregunta obligada sobre su responsabilidad, Adán Augusto apenas y ensayó una defensa genérica: “Yo reduje los delitos en Tabasco”. ¿Eso basta para desentenderse de los posibles vínculos criminales de uno de sus hombres más cercanos? Por supuesto que no. Pero en Morena basta con decir que todo es “una campaña de la oposición” y asunto cerrado.

 

El verdadero problema no es solo Adán Augusto. El problema es la cultura de impunidad que Morena ha normalizado. Un partido que prometía combatir la corrupción, pero que hoy la protege con silencios calculados y aplausos estratégicos.

 

Lo vimos también en la actitud de sus gobernadores, como Javier May, quien prefirió cortar sus fotos del Consejo para no aparecer junto a su antecesor, pero tampoco se atrevió a exigir una rendición de cuentas pública. Eso sí, todos coincidieron en repetir el mantra: “Unidad y lealtad al movimiento”.

 

¿Unidad para encubrir? ¿Lealtad a quién: al pueblo o a los intocables del régimen?

 

Desde el PAN, no podemos —ni vamos a— normalizar esta falta de ética. La ciudadanía merece explicaciones claras, investigaciones profundas y sanciones ejemplares. No discursos vacíos, no simulación, no selfies con filtros ideológicos.

 

Morena dice que “no todos somos lo mismo”. Tiene razón. Hay quienes sí tenemos vergüenza. Y hay quienes, como Adán Augusto, ni siquiera se detienen a mirar el espejo de la congruencia.

 

Porque en esta historia no se trata solo de un funcionario bajo sospecha. Se trata de lo que se espera de quienes gobiernan: transparencia, responsabilidad y decencia.

 

Y eso, lamentablemente, no apareció en el Consejo Nacional de Morena.

 

Ese Adán Augusto… y Morena, no tienen vergüenza.

 

🖋 Ángelo Gutiérrez Hernández

Dirigente Estatal del PAN en Tlaxcala.