La paz no se decreta, se construye: El papel de los pueblos originarios en la armonía social

La paz no se decreta, se construye:  El papel de los pueblos originarios en la armonía social


Pensar, decir y hacer. Responsabilidad de la 4T

La paz no es un documento firmado, ni un anuncio político. La paz verdadera se construye día a día, en la vida comunitaria, en el respeto mutuo y en la solidaridad. Y si hay quienes llevan siglos construyendo esa paz silenciosa pero firme, son los pueblos originarios.

En Tlaxcala, la herencia indígena no es pasado muerto, es presente vivo. Nuestros pueblos indígenas conservan sistemas de organización comunitaria basados en la cooperación, el respeto a la tierra, la toma de decisiones colectivas y el equilibrio con la naturaleza. Son, sin duda, un modelo ancestral de convivencia armónica.

La Cuarta Transformación reconoce que no hay justicia sin los pueblos originarios. Por eso ha impulsado reformas para garantizar sus derechos, proteger sus lenguas, respetar sus formas de autogobierno y llevar inversión social a las comunidades históricamente olvidadas. Hoy, bajo la conducción de la Dra. Claudia Sheinbaum, ese compromiso se fortalece con acciones concretas.

Pero todavía hay mucho por hacer. En Tlaxcala, debemos visibilizar y apoyar a las comunidades indígenas como protagonistas de la paz. Esto implica respetar sus tierras, impulsar su economía comunitaria, fortalecer sus sistemas normativos y sobre todo, aprender de ellos. Porque mientras otros destruyen, ellos han sabido conservar. Mientras otros imponen, ellos han sabido dialogar.

Es tiempo de escuchar, no de imponer. De apoyar, no de sustituir. La verdadera paz surge del reconocimiento, no de la asimilación forzada. Y en un México que quiere sanar, los pueblos indígenas tienen mucho que enseñar.

Benito Juárez, indígena zapoteca y presidente de México, es símbolo de esta raíz indígena que también sabe gobernar. Su ejemplo nos recuerda que no hay contradicción entre identidad y modernidad, entre raíces y futuro. Tlaxcala debe mirar con orgullo a sus comunidades originarias y caminar con ellas hacia una paz verdadera.

Porque la paz no es un decreto: es un tejido que se cultiva, y los pueblos originarios son los grandes tejedores de esa armonía.

¡Por una paz con rostro indígena!
¡Por la dignidad de nuestros pueblos ancestrales!
¡Que viva la Cuarta Transformación!

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