Nueva Ley de Aguas, ganó el pueblo
Como ha sucedido en otras ocasiones, la que termina ha sido una semana
altamente productiva en el Senado de la República. En primer lugar, por el
Pleno sacó adelante el nombramiento de una mujer talentosa y comprometida con
la procuración de justicia, como es el caso de Ernestina Godoy en la Fiscalía
General de la República. Y, en segundo
lugar, porque fue aprobada una nueva Ley General de Aguas, ordenamiento que
recoge consideraciones sociales, ambientales y de equidad que justifican
plenamente su aprobación.
Su aprobación ha sido criticada por la oposición, sin embargo, existen
razones que vale la pena esgrimir para explicar por qué era necesaria su
aprobación. En este espacio mencionaré algunas.
La nueva ley reafirma que el agua debe garantizarse para consumo humano
y doméstico como prioridad. Es decir, busca asegurar que todas las personas y
poblaciones vulnerables o marginadas tengan acceso al agua, con lo cual
prevalece el agua como un derecho humano y bien público, no como mercancía.
Asimismo, la ley devuelve el control del agua a la nación, a cargo de
las autoridades, en lugar de dejarlo en manos de privados con concesiones
acumuladas, lo que ayuda a reducir abusos, acaparamiento o, incluso, un mercado
negro para lucrar con este valioso recurso. Para decirlo más claro, habrá
transparencia y control estatal del recurso.
De igual forma, el ordenamiento ofrece equidad en la distribución,
situación que evita privilegios de unos cuantos. ¿Cómo lograrlo? A través de la
regulación de concesiones bajo criterios públicos, lo que garantizará que el
agua se reparta de forma más justa para impedir que se favorezca a quienes ya
tienen muchos derechos concesionados. Con ello se beneficia especialmente a
comunidades, pueblos indígenas y zonas rurales que históricamente han carecido
de acceso confiable al agua.
Otro punto importante es que la ley fomenta la protección ambiental y la
sustentabilidad al endurecer sanciones por delitos hídricos, al promover el uso
del agua más responsablemente y al prevenir la sobreexplotación de mantos
acuíferos. Lo anterior garantiza un manejo sostenible de los recursos hídricos,
con criterios de calidad, disponibilidad, accesibilidad y asequibilidad del
agua.
De la misma forma, la ley aprobada ofrece certeza jurídica y regulación
clara, pues en ella se redefine cómo se otorgan los permisos y las concesiones,
estructurando un sistema verdaderamente transparente para evitar
irregularidades, corrupción o privatizaciones de facto. Es decir, se da una
mayor seguridad a comunidades y municipios para acceder o mantener el
suministro de agua.
Igualmente, la ley prioriza necesidades humanas sobre intereses
privados, derivado a que las y los legisladores que aprobamos la ley buscamos
siempre proteger a las personas y no a los grandes acaparadores de agua. Dimos
prioridad al consumo doméstico, a la salud, a la higiene, al saneamiento y al
abastecimiento de agua potable.
La ley que antes regía en México dio paso al otorgamiento de muchas
concesiones, convirtiendo al agua en un recurso prácticamente mercantilizado,
situación que favorecía a uno pocos. Lo anterior ocasionó que en muchas
regiones de nuestro país la distribución del agua fuera desigual: mientras
algunos grandes concesionarios tenían derechos, comunidades rurales y zonas
marginadas carecían de agua confiable.
Sabemos que hay retos ambientales, tales como el cambio climático, las
sequías y la sobreexplotación, por eso mismo se observó en la ley una
regulación más estricta y soberana del agua, volviendo indispensable
garantizarla para su disponibilidad futura.
Los magnos acaparadores de agua, muchos de ellos grandes productores,
vieron trastocados sus intereses y la oposición ha hecho eco de sus discursos.
No hay, sin embargo, razones ni argumentos de peso que puedan convencer que la
aprobación que hicimos en la Cámara de Diputados y en el Senado de la República
no era necesaria. Claro que lo era, sobre todo observando que el agua es
esencial para la vida. En la Cuarta Transformación estamos convencidos de ello.
Ana Lilia Rivera Rivera
Senadora de la República por el Estado de Tlaxcala
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