¡Hacia dónde vamos!

¡Hacia dónde vamos!


Mientras el país se encuentra inmerso en la elección para renovar 500 escaños en la Cámara de Diputados, 15 gubernaturas y en algunas entidades los poderes legislativos locales y ayuntamientos.

Los visos de autoritarismo disfrazados de tintes demócratas hacen su aparición. Sin duda, el hartazgo de los gobiernos emanados del PRI y del PAN, señalados por la corrupción, nepotismo e ineficacia, fue el aliciente para que el Presidente López Obrador arribara en su tercer intento al Poder.

La esperanza centrada en un hombre, con una arenga simple, coloquial que conecta y percibe el ciudadano como parte de sus pares, lo hizo ganar simpatías y arrasar en la elección de 2018. Su capital político está anidado en la clase pobre que en este país abundan, ya que el efecto de la pandemia ha dejado como saldo que uno de cada cuatro mexicanos viva en pobreza extrema, es decir no tiene ni para comer.

Hay un 70, 9 millones de pobres, lo que representa el 56.7 % de la población según el CONEVAL presentado en su último informe de este 2021. Pese a los programas sociales implementados por el Gobierno Federal, su nivel de vida no mejora, peor aún, los encamina al conformismo social y a seguir siendo sujetos de la manipulación electoral.

“Ahora toda la culpa es de López Obrador”, en parte sí, pero también hay que reconocer que esto es producto de esa desigualdad histórica que sembraron los gobiernos del PRI y del PAN. Esas prácticas que ahora los sorprende con la 4t, pero que fueron gestadas en sus respectivos gobiernos, y que se han mejorado y expandido por el gobierno actual. ¡Así de simple ¡

La clase pobre junto con la clase media, le dieron ese triunfo a AMLO. Producto del hartazgo que ha padecido este país de tantos contrastes, y que hoy en el colectivo social, dice que, si aguantaron más de setenta años (PRI) y doce años (PAN) de gobiernos nefastos respectivamente, ¿por qué no aguantar otro poquito más?  A ver si mejora la cosa, con el gobierno de no mentir, no robar y no traicionar.

Ahora se entiende porque cerca de un 61. 4% aprueba la gestión de López Obrador, según el estudio semanal presentado por Mitofsky. No importa si un transitorio de una ley, le da en la torre a todo el “Sistema Constitucional Mexicano” y que la división de poderes se vaya al cesto de la basura.

O que el INE sirva de sparring, porque a los candidatos de la 4t se le canceló su registro a un cargo de elección popular. Si Salgado Macedonio o Saúl Huerta, son señalados de cometer delitos sexuales. Sí David Monreal le dio una “nalgadita” a una compañera suya.

Igual, sí hacemos el oso, en una cumbre mundial, donde se tratan los impactos del cambio climático, y nosotros salimos con la jalada de pedir visas a nuestro vecino país del norte a cambio de sembrar arbolitos. Y que le sigamos apostando a las energías fósiles, aquellas que dañan el medio ambiente.

Asimismo, que el Sistema Nacional de Investigadores del CONACYT, sufra una de sus peores reformas que elimina los apoyos a la población científica que pertenezca a una institución privada.

Pues todo esto sucede, y no pasa nada. Parece ser mensaje en el colectivo social.

AMLO, sigue sin problemas marcando la agenda en las mañaneras, señalando y sentenciando a los que se portan mal, o si son fifís o conservadores y se atreven a criticar sus proyectos de gobierno.

Mientras vemos a una oposición a nivel nacional, sin un líder que sea el centro que pueda contrarrestar esos amagos. Es que sencillamente la oposición no tiene discurso para señalar la corrupción, la inseguridad, el nepotismo, -vamos la tranza y la corruptela-, pues la mayoría percibe que fueron ellos mismos los que la gestaron. 

En tanto, ya saben quién, sigue en su pose autista para gobernar, no importa que nos lleve al traste…