Orfandad política…

Orfandad política…


Se dice que, así como el poder político te puede encumbrar, igual te puede destrozar. Esto viene a colación, porque la semana que concluyó, fuimos testigos de cómo personajes del más alto nivel en el sexenio pasado, dieron la nota principal.

Dos políticos y funcionarios, que probaron las mieles del poder al más alto nivel. Rosario Robles, la otrora poderosa mujer, que en su momento fue una figura estelar dentro de la izquierda mexicana, para luego pasar a engrosar las filas del entonces poderoso partido del PRI, donde llego a ocupar el cargo de Secretaria de Desarrollo Social y luego la SEDATU.

Después fue señalada de cometer un desfalco millonario que se conoció como la “estafa maestra”, abandonada a su suerte, por quienes ayer le tendieron la mano, tuvo que pasar más de tres años privada de su libertad.

Sus mismos abogados, en su momento, dejaron su defensa, porque ya no podía cubrir sus honorarios. Otros, porque no quiso fungir como soplona e incriminar a él presidente Peña Nieto y su poderoso Secretario de Hacienda y Canciller Luis Videgaray.  Para de esta forma, ser beneficiaria y consentida por parte de la Fiscalía General de la República. 

Mientras ella, se despedía de sus compañeras de celda. Para seguir su proceso desde su domicilio con las medidas cautelares que le obligan a permanecer en el país y presentarse periódicamente ante la FGR.

Otro de sus compañeros, sufría la misma suerte que ella. Visiblemente cansado por la edad, con el rostro preocupado, pues sabía que su hora había llegado. Sin tanto, alarde y de forma por demás tersa, se entregó a los ministeriales que iban por él. Después de leerle su cartilla de derechos que tiene todo imputado. El orquestador, de la “verdad histórica” por el caso Ayotzinapa, iniciaba su viacrucis con la justicia.

De fiscal paso a ser imputado. De incriminador a ser incriminado. De señalar a ser señalado. Ahora, tendrá que enfrentar sus acusaciones por desaparición forzada, tortura y contra la administración de justicia. En el caso de los 43 normalistas, donde las autoridades encargadas del caso han determinado que se trató de un crimen de estado.

El caso Murillo Karam y Rosario Robles, tienen tantas coincidencias, pues se trata de dos personajes que pertenecían a la elite política del sexenio pasado. Los dos casos más sonados de corrupción e impunidad, fueron señalados como la “estafa maestra” y “la verdad histórica”, mientras la fémina sale, el varón entra a probar su inocencia, aunque sin temor a equivocarme por la edad avanzada del ex fiscal, este será beneficiado para seguir su proceso en arresto domiciliario.

En política, no hay casualidad sino causalidad. Por ello este juego perverso de vendernos, estos dos ramilletes de procuración e impartición de justicia, que, si en verdad se llegará a sus últimas consecuencias, sería digno de halagar, pero creo que solo será para paliar el asunto con los padres de los desaparecidos y de la sociedad que clama justicia.

Por otro lado, es una bocanada de aire y cortina de humo, para dejar a un lado el polvorín en el que se ha convertido el país, donde la delincuencia organizada hace de las suyas, pues la política de abrazos y no balazos a resultado un fracaso.

Mientras hay que ver como Robles y Karam, pagan su destino. Abandonados y traicionados por el político construido como personaje de telenovela, aquel que enamoro a las multitudes por su lindo copete delineado desde Televisa, y que ahora goza de la impunidad en los grandes suburbios de Madrid.